Esta tarde hemos decidido hacer unos polos caseros. La propuesta entusiasma a los niños, ellos van a escoger el sabor, el mayor dice: «melocotón, uva y sandía». No sé yo si va a estar bueno… Pero últimamente me dejo llevar más por sus ideas, en un intento de recuperar la creatividad y la frescura infantil, así que adelante. Experimento al canto. Como cada tarde últimamente, hacemos una incursión a la frutería. No es temporada de uvas. Los niños se calzan los guantes y eligen unos melocotones, nectarinas y sandía. Mi aportación: una lima, creo que le puede ir bien.
Un inciso. Aunque muchas veces te de pereza, ir a la frutería en la mayoría de los casos siempre será la mejor opción. Puedes escoger las piezas de fruta que quieras – nada de tener que llevarte una bandeja de 6 piezas de melocotones y después no coges otra cosa porque es demasiado, o te salen de pena… – , encuentras la fruta de temporada, si tienes suerte te atenderán bien y si eres un poco torpe, te ayudan a escoger el mejor melón o la fruta que quieras lo madurita que quieras. Y a los peques siempre les ofrecen algo para probar: cerezas, fresas, mandarinas… Se acostumbrarán a probar nuevos sabores y es la mejor manera de socializar, no?
Volvemos a casa con nuestro botín, nos lavamos las manos y venga. Pelamos y troceamos 2 melocotones, 2 nectarinas, un trozo de sandía, estrujamos media lima y añadimos una cucharada de azúcar moreno. Trituramos bien. Si te queda espesito, añade un poco más de sandía. Y ya está!
Lo probamos y: mmmmmmmmMMMMMMM! Está buenísimo, ¡de verdad! Con un poco de menta o hierbabuena y hielo, no te digo yo que no sería un cocktail de alto copetín (bueno, me he emocionado).
Lo vertemos en los moldes recién limpitos y a esperar. Porque vamos a tener que esperar hasta la tarde del día siguiente para comer nuestros polos. Esta parte es la que peor llevan, pero como toman el zumito en vaso se les pasa el disgusto y se ponen a jugar con la granja.
Espero que los polos se desmolden bien, si no, ¡tenemos granizado to go!
¡Hasta pronto!
La tarde siguiente…
¡Y salió polo! Algún que otro escéptico de nuestras artes heladeras había votado por granizado… Pero después de templar los moldes en un poco de agua, el polo sale sin ningún problema. ¡Conseguido! El veredicto de mi niño el mayor – que de momento es el que habla – es: «¡Diquízimo mamá!». El pequeñín se lo come con placer. ¡Prueba superada!
¿Te atreves?